lunes, 4 de mayo de 2015

El regreso

Volver a casa no implica hacerlo siempre esperando encontrártela tal y como la habías dejado.
Él se marchó dejando su habitación desordenada y con la maleta vacía.
Vacía de materialidad y logros físicos, pero llena de experiencias y recuerdos.
Lo hizo sabedor de que su marcha no era un abandono. Deseoso de que su vuelta no dejara de esperarse nunca.
Y así fue.
Se le esperó siempre. Se le apoyó aún cuando las cosas no salen como uno quiere, como ambos querrían.
Desde la lejanía siguió haciendo guiños a la que nunca dejó de ser su familia.
Sus caminos -separados- les llevaron al éxito. Un éxito que ambos sintieron como compartido. Síntoma de marcha consensuada, más que probable acierto y, sobre todo, añoranza de tiempos pasados.
Su hogar, tan distante en el mapa como próximo en el recuerdo, devolvía sus muestras de cariño con la imperecedera promesa del amor eterno.
Afecto mútuo que parecía asegurar un reencuentro en el que muchos, en algún momento de debilidad, dejaron de creer. Tal vez hasta él. 
Pero ese día llegó. Y con él, el éxtasis, sentimiento evocado por un sueño cumplido. Aquel que siempre tuvo como protagonista a ese "Niño" que se fue, pero que nunca lo hizo del todo.
Un "Niño" que ya no lo es tanto y regresa a un hogar reformado, que se ha mudado de barrio.
Distrito que es sinónimo de éxito, donde se codean los vecinos de mayor pedigrí y en el que vive instalado -y asentado- orgulloso de sus meritos, pero consciente de que la humildad y el trabajo habían guiado el camino para conseguirlos.
Un camino que continúa y al que, por fin, ha vuelto Fernando.

Foto: Juan I. Lechuga (VAVEL)


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